Mi ingreso a la fotografía digital
fue tardío. Hace 7 años yo no tenía cámara fotográfica. Desde que se estropeara
la cortina de mi vieja Praktika análoga, el 2000, había quedado un tanto
descolgado en el viejo arte de mirar, encuadrar, medir, obturar y revelar.
Aquella cámara de fabricación
rusa había sido regalada por mi padre para el ramo de fotografía de la Carrera
de Periodismo. Fueron dos años que me duró el primer gran impulso de la foto,
apoyado en gran medida por mi acercamiento al cine (fotografía por esencia),
haciendo un montón de imágenes que por azares de la vida y los misterios, desconozco
su paradero actualmente; sólo se salvó una pequeña parte distribuido en
negativos, contactos y copias, siendo sólo unos pocos merecedores del recuerdo,
del resto sólo espero a modo personal símbolos en clave nostalgia.
Hasta el 2006 no tuve cámara y
en cierta forma me alejé bastante de la creación fotográfica, no así de la
apreciación ya que seguía ligado al cine, también ahora a la pintura y principalmente
porque entrando uno en éste ámbito comienza a desarrollar una particular mirada
sobre el mundo, apreciando en todas partes composiciones, contrastes, geometrías,
texturas, colores y otros vicios más tales que Capusotto haría de nosotros un
festín como el del Fasooooo !
Varios años después pasaron y
nunca volví a tener una nueva cámara Reflex (análoga) ya que entonces eran
bastante más caras y mi presupuesto estudiantil no me lo permitía. Llegó
entonces la era lo digital y también me quedé abajo un tiempo hasta que el
trabajo en una revista me acercó nuevamente a la fotografía y por primera vez,
a lo digital.
La causante de ello fue la
antigua pero eficiente Casio QV – R51, una cámara fabricada el 2004 y que
contaba con apenas 5 megapixeles. Concuerdo con Juan Carlos Martin en que es
una cámara de fotos como ya no las hacen, enfocada puntualmente en la
fotografía y desprovista de todo tipo de gadgets y accesorios que suelen
acompañar a las actuales cámaras relegando la calidad real de la imagen a un
segundo plano. De hecho su función de video de 320 x 240 sólo permitía grabar
archivos de 60 segundos y sin audio, así es que servía realmente para nada.
Su calidad de imagen se
defendía por un sensor con excelente relación tamaño/resolución (1/1,8″ y 4,92
MP de resolución real; densidad de 13 MP/cm2). Según Martín,” incluso más
coherente y eficaz que modelos actuales de compactas profesionales de alto
nivel, como es la LX5 de Panasonic o la GX200 de Ricoh”
Ahora que lo pienso y recuerdo,
no era para nada una mala cámara, su sensibilidad ISO iba desde el 50 al 400,
su velocidad entre 4 seg. y 1/2000 y la compensación EV era de +/- 2EV, con
pasos de 1/3 EV. Era pues, una estupenda cámara
para su rango, y apenas la tuve en mis manos no la solté en muchos años
comportándome como un niño y haciendo todo lo que se me ocurría con un juguete
como ese.
Era prácticamente un neófito en
tecnología digital y me limitaba a aplicar mis vagos conocimientos teóricos de
fotografía para dejar en manos de la compresión JPG de la cámara, al no
disponer de archivos RAW, el resultado final.
Tenía claro que debía aprender
y aprender, como señalé hace un tiempo en un artículo que enfrentaba el eterno
dilema de “La cámara o el fotógrafo”, parte del talento es saber qué equipo se
tiene entre manos para poder aprovecharlos al máximo y ahí está para el
estudio, la inmensa obra de Daidō Moriyama, uno de los fotógrafos japonés más
importante de la segunda mitad del siglo XX, trabajando sólo con compactas, en
su caso analógica.
Claro, yo estoy lejos de ser Moriyama,
pero todo iba bien con la Casio, recuerdo con especial cariño las imágenes a la cobertura de un show de Weichafe en un sótano prácticamente a oscuras, los retratos a Antonia, una que otra fotografía callejera y por supuesto, el retrato a Raúl Ruiz y las imágenes de la grabación de “Litoral” en Valparaíso.
Sin embargo ya poco a poco
empezaba a calentarme en silencio la idea de adquirir por fin una Reflex (muy en el tono de este otro texto), aprender desde cero nuevamente y empezar a
pensar en meterme más profesionalmente en esto de la fotografía.
Y fue quizás ese pensar en otro
paso el que a lo mejor complotó para que una mañana de distracción, durante un
viaje en colectivo y sin ningún tipo de anestesia, alguien se apañó la vieja
cámara Casio QV-R51 de mi bolsito, llegando la historia implacablemente a su
final.
Mala onda, y para más aguacero,
me vi enfrentado a la peor de las situaciones: tener que comprar por primera
vez una cámara nueva, pero para devolverla!! Y quieren todavía más aguacero, porque lo hay,
tuve que comprar otra de mejor calidad porque la Casio ya estaba descontinuada
!
Ni Alvaro Scaramelli me ganaba
por esos días en mala suerte y mejor no sigo porque me acuerdo y las úlceras en
mi estomago dejan chica al Vesubio y el Puyehue juntos.
A continuación una pequeña
galería con algunas imágenes tomadas en mis queridos y recordados años
compactos, porque está bien la confianza, pero, ver para creer no ? a ver qué tanto...