Ticio Escobar acompañó a un equipo de la televisión española que vino
al Chaco para filmar escenas de la vida cotidiana de los ishir. Una niña
indígena perseguía al director del equipo, silenciosa sombra pegada a su
cuerpo, y lo miraba fijo a la cara, de muy cerca, como queriendo meterse en sus
raros ojos azules.
El director recurrió a los buenos oficios de Ticio, que conocía a la
niña, y la muy curiosa le confesó:
-Yo quiero saber de qué color mira usted las cosas.
-Del mismo que tú -sonrió el director.
-¿Y cómo sabe usted de qué color veo yo las cosas?
Los Colores; Eduardo Galeano.
Previo al aprendizaje de
cualquiera de las técnicas fotográficas, se necesita re educar la mirada. Para
re educar la mirada, un requisito: la mente abierta y despojada de la razón. Aquello
que para nosotros es visto como una absurda incongruencia, para el budismo zen continúa
siendo después de miles y miles de años acaso el único camino a seguir.
Con la razón como el más grande de
los koan a superar, el zen propone la liberación de toda linealidad, de todo precepto que condicione nuestro
desarrollo, vacía tu mente, señalan, despójala de juicios y prejuicios, que
aquella no sea un estanque inerte de conocimientos e información, si no un río
por donde fluya sin ataduras la energía que conecta, en nuestro caso, la mente,
el ojo y el corazón como bien apuntó Cartier Bresson.
De nada sirve el conocimiento si
no es para romper al mismo en mil pedazos y conseguir con ello mil nuevos
puntos de vista, en defintiva, mil nuevos conocimientos. No es el manejo de la
cámara y la luz lo que nos hará mejores fotógrafos si no conseguimos también
volver a nacer la mirada.
Es aquel un verdadero punto de
partida para esta aventura. Pero una mirada no se refiere a un estilo ni
tampoco se acaba cuando éste se encuentra. La mirada que propongo puede tener
miles de estilos, la calidad ni el número de éstos importan en esta historia. No
es más fotógrafo el que se dedica a distintas especialidades por sobre el que
se ha pasado la vida en una. Eso es generalizar en territorio que le es propio
a la subjetividad.
No sé si será mejor, pero sin
duda llegará más lejos, no en los almanaques, si no en las cuentas del alma, el que construya su propio camino basado más en conceptos como voluntad,
honestidad, consecuencia, perseverancia y paciencia, que aquel que lo ha hecho
sobre lo que debe tener y hacer un buen
fotógrafo según tal o cual tratado estético.
Pensemos en color, en blanco y
negro, en sepia o en infrarrojo, inventemos la regla de los 16 tercios,
pongamos patas arriba a los modelos, nuestro fotómetro es una guía pero no un fin. Puede existir la foto perfecta, pero no la foto equivocada, a menos
que lo digamos nosotros mismos. Porque: ¿cómo
sabes de qué color veo yo las cosas?
Hubo un momento en la historia
donde cayeron las barreras entre la fotografía documental, la periodística y la
artística, hubo un momento incluso donde la fotografía ni siquiera era considerada
un arte como tal.
Fotógrafos avezados supieron ver
la transversalidad de la estética y el registro, y volcarla en todas las
direcciones, hacia todos los estilos, así llegamos a imprescindibles obras como
la de Richard Avenon en la moda, Arnold Newman en el retrato y Sebastiao
Salgado en la etnografía.
Más de 2 millones personas
visitan anualmente el Taj Mahal en India, y se van felices con su postal perfecta
del templo encajado en un gran angular, pero sólo unos pocos tuvieron la visión
él habló de “frescura”) para hacer una
foto como la de Steve McCurry (al comienzo de este post).
El aprendizaje de la mirada implica,
como en todo aspecto de la vida, instrucción; y aquel proceso debiera conducirnos
a la creación; la creación, al autoconocimiento. Paso previo, repito, para la
realización en cualquier disciplina.
Dos caminos se bifurcan de esto: la
revolución estética o bien seguir un camino ya trazado, en fotografía podemos elegir
cualquiera, nadie tiene el derecho de apuntarnos, pero al menos hay que saber
por qué lo hacemos.
No importa lo que finalmente
hagamos con nuestras fotos, importa más el por qué lo hicimos. Salir a caminar
toda una tarde y volver sin nada en la cámara puede ser igualmente el tesoro. Fue
el mismo Cartier Bresson quien señaló que las primeras 10 mil serán siempre las
peores fotografías.
Y aquella, más que una exagerada invitación al desánimo, es
una realista y esperanzadora hoja de ruta hacia el verdadero aprendizaje,
incluso más allá de la fotografía. La paciencia, la humildad, el rigor y la
disciplina.
Nosotros, acostumbrados a creer que en las
imágenes está el fin nos olvidamos que el viejo arte de encuadrar y disparar
puede igualmente ser un medio, un pretexto para conocernos mejor.
Una vez que todo este proceso haya
comenzado, podremos empezar recién a tomar esto en serio, y no en serie.