Hector Lavoe & Willie Colón
“Lo Mato” (1973)  

* Dedicada con mucha candela y azucar a Karen LaVoz (feliz coincidencia de nombre), para que nunca pierda la alegría ni el ritmo en la capital del stress

En 1967, un niño de 16 años, un pequeño genio llamado Willie Colón era contratado por la Fannia All Star, el sello de salsa más importante de todos los tiempos para que plasmara en discos toda un serie de mezclas y experimentos que venía desarrollando con el jazz, el son y los ritmos afroantillanos. Así de inquieto y cabezón era el muchacjho. Una tarde falló el cantante de la banda y ocupó su lugar un delgadísimo y desconocido que apenas abrió la voz dejó en claro por que años más tarde iba a convertirse en el más popular y querido de todos los cantantes caribeños, Hector Lavoe; no por nada llamado El Cantante de los Cantantes.

De ese accidente y encuentro nació un binomio que por 8 años iba escribir algunas de las páginas más doradas de la música caribeña. Porque el tándem Lavoe & Colón no sólo iba a construir significativamente al (entonces) novel invento de la Salsa, a dotarlo de influencias musicales amplísimas, también llevaría este rimo y sus líricas al terreno de lo popular, lo callejero y lo marginal (antes del ingreso de Rubén Blades a la escena) y en especial en esta obra de 1973, “Lo Mato”. Con sus propias vidas como trasfondo, (Colón nacido y criado en el Bronx y Lavoe, cuya voz y vida eran pura picardía) interpretan una serie de clásicos que marcan la madurez de toda la propuesta: “Calle luna calle sol”, “El día de mi suerte” (casi la historia de Lavoe) y el mejor de todos, la pequeña clase de filosofía que es “Todo tiene su final”; pero también está “La María” y “Vo so”. 

Una experiencia para escuchar y bailar sin detenerse cortesía de dos monstruos de la música moderna poquito antes de su separación, porque como canta Lavoe “todo tiene su final” y mientras el cantante comenzaba una serie de éxitos que contrastarían cruelmente con su trágica historia personal, Colón comenzaría a trabajar unos años después en el proyecto de un joven compositor y cantante llamado Rubén Blades y nuevamente inscribiría su nombre entre las influencias más grandes del caribe. 

Con este disco la salsa definitivamente volvía a tomar su lugar en el mismo viejo barrio de siempre, entre amores y violencia, en esas mismas peligrosas esquinas por donde también frecuentaban el gran Maelo Rivera y Cheito Feliciano.

Pinche, escuche, baile y goce de lo lindo por aqui .
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