Franco Parisi carga encima con el riesgo de ser en el futuro sólo una anécdota en la historia de la política nacional. Cuando Evelyn Matthei lo ignoró en pantalla durante el debate de la ANP algo de sentido había tras la falta de respeto. Tal como le enrostró, es probable que Parisi no esté en ningún lado en el futuro porque hoy mismo es difícil saber dónde está, qué es y de qué está formado su capital político, que sin duda lo tiene.

Alejado de partidos, rostros y movimientos, es a ratos complejo averiguar cuál es el universo y el votante Parisi, por eso cuesta tomarlo en serio o valorizarlo. Llegado de golpe a las ambiciones políticas, a la manera Golbourne, la figura de Parisi vino a situarse un paso más allá por su desenfado para con la clase política y porque se desmarca al menos verbalmente de la derecha. Ese sólo movimiento lo ha hecho sentirse y verse “distinto” y en ello está basada gran parte de sus parciales triunfos.

Pero Parisi cae bien parado ahí en un terreno que es de nadie porque al mismo tiempo es bien poco interesante como proyecto. Ese votante aburrido de los políticos pero que no quiere profundidad ni necesita coherencia y que se identifica con un supuesto discurso apolítico, independiente, con la indignación para con los que han estado en cargos de gobierno u oposición por más de 20 o 30 años.

Para el votante Parisi, la política no parece ser algo serio. La política como algo que no le pertenece, que otros juegan por él porque es necesario, como quien se cambia de Isapre porque hay que estar en una y la de antes lo estaba jodiendo, pero lo hace sin averiguar mucho ni leyendo el contrato y al final se da cuenta que lo terminan cagando igual.

Es así como muchos votantes Parisi desconocen a Parisi, y ni siquiera imaginan que es en este modelo y con las personas, empresas y grupos que tanto crítica donde ha hecho carrera y plata el candidato.

Por eso nadie que vote por él espera realmente que las cosas cambien. Porque no saben o en realidad no les interesa. Les atrae claramente el formato por sobre el contenido. Es simpático y hasta pintoso y lo sabe y se jacta, “seré el único presidente al que le quede bien un traje” señaló una vez.  Es la política hecha marketing y funcionando cabalmente.

A la manera gringa, Juega Parisi el rol del candidato liberal, siempre joven, como sacado de una producción audiovisual y que quiere jubilar a medio mundo. Pero a la manera gringa también, no se diferencia en lo sustancial de aquello que está en contra, es la parodia de John Jackson contra Jack Johnson made in Chile. Se comparó una vez diciendo que tenía muchas cosas en común con Obama, se refería a su reloj y su color de piel. Ese es el nivel al que le interesa llegar.

No hay soluciones ni propuestas radicales de transformación. Sí hay bastantes reclamos y denuncias muchas de las cuales comparte con otros candidatos, o mejor dicho, con el sentido común. Tampoco hay programa, sólo ideas que más parecen titulares de un diario populista del tipo “construiré tantos estadios, escuelas o consultorios”, “el 21 de mayo lo pasaré en Iquique”, etc. Apenas hay un par de nombres asociados a su eventual gobierno aunque con algunos ni siquiera ha conversado como le enrostró Juan Manuel Astorga respecto a su intención de que Paulina de Allende Salazar dirija TVN.

Parisi está convencido de que lo malo no es el modelo si no los que lo administran. Que salgan los de siempre para que entre él y nos diga cuándo es el mejor momento para importar desde china o para comprar acciones en la bolsa, ya sea para invertir o para regalárselas a sus hijos en navidad como él lo ha hecho. Santo remedio.

Al igual que Piñera en su momento, confunde éxito profesional y habilidad económica con gobernanza, llevando la política simplemente al plano de la administración. Sin un trabajo social ni político previo, su ingreso a esta arena parece a ratos un capricho, decidiendo entre comprarse un yate para dar la vuelta al mundo o presentarse para ser presidente. Su carisma televisivo lo traicionó, confundió rating con votantes. Entonces pasó del people meter a las encuestas. Le gustan y cree en ellas.

Parisi insiste en que el Chile en el que él vive alcanza para todo aquel que se lo propone, sueña con transformar a todo un país en parte de la cota mil, por eso muchos de sus votantes forman parte de ese grupo de chilenos aspiracionales que sueñan con darle el palo al gato y encontrárselo alguna vez en el mismo restaurant.
Sobrepasado por la realidad, tiende a mezclar y a confundirlo todo: a los pobladores con los empresarios (hace llamados al ahorro y a la compra de acciones), a los profesores con los dueños de los lugares donde hacen clases (dice que cualquiera de ellos puede tener un porsche), a los periodistas con Ted Turner (“cómprate un departamento este fin de semana”, le aconsejó en entrevista a Jorge Rojas) a los mapuches con tontos  (dice que debieran tener un aeropuerto para administrarlo y con la plata comprar las tierras que les fueron usurpadas).

Parisi forma parte del selecto grupo de los tocados por la divinidad, esos que en mitad de la vida se dieron cuenta que los que gobiernan tanto de hecho como de facto tienen al país de la forma que está. Pero como la divinidad no detecta entre los vivos y los tontos, lo toca luego de haber hecho carrera con ellos y “forrarse” usando el mismo término que tanto le gusta usar a él.

Su legítimo ascenso económico se ha visto empañado por acciones judiciales y acusaciones que lo sindican como alguien perverso y oportunista. Para el actor Pablo Díaz, Franco Parisi es un gangster sin dios ni ley,el sinvergüenza más grande que ha visto. Hay trabajadores de los colegios que administró que han declarado públicamente sus ganas de sacarle la cresta si se lo encuentran. Mucho para una sola persona. Se le acusa de fraude económico, delicado para un candidato a presidente. Pero aquello no es lo peor (después de todo son acusaciones en materia de tribunales) si no la manera cómo ha decidido defenderse: eligiendo el papel de víctima y, en una nefasta posición para alguien que aspira a gobernar, escondido tras la figura de un hermano. 

Su inexperiencia política lo quema a lo bonzo, como era de esperar, en los momentos cruciales. Su enfrentamiento con Matthei es un ejemplo, tras los dardos guardó silencio un par de días para el contrataque, el que finalmente hizo en un programa de televisión.

Su aparición en El Informante (TVN) fue lamentable y lo hizo de una forma tal que la candidata de la alianza debió haber estado viendo el programa pidiendo más Jack Daniels y acariciando el gato como bien sugirió a esa hora @elLapizBic por twitter.

Se le vio nervioso, un tanto agresivo y más errático que de costumbre, en realidad igual que siempre pero fallar a menos de un mes de las elecciones tiene el mismo efecto que el gol de visita en el fútbol, sus adversarios lo cobran por dos.

Al menos tres de sus afirmaciones le quitan el piso para el voto de cualquier mortal con tres dedos de frente: Frente a las denuncias de no pago de imposiciones a sus trabajadores no encontró nada mejor que señalar que el esposo de Matthei ha hecho lo mismo y después de todo no parece ser tan malo porque “Cualquier empresa puede tener morosidad de imposiciones. Esto es común”.

Qué confianza entrega un Presidente que considera que no está tan mal eso porque es común? Otra vez confunde las cosas: que algo sea común no tiene nada que ver con que sea bueno. Si fuera por eso, el asesinato en México sería legal.

Otra: “Cualquier profesor puede tener un porsche” ¿? , sin comentarios.

Y finalmente cuando contó que le ocultó a su padre haber comido durante meses una dieta basada estrictamente en “cornflakes” (hojulelas de maiz) para reunir dinero y hacer su primera inversión.
Las dos primeras pasarán a la historia como expresiones al límite de lo permitido
.
La tercera afirmación es más interesante porque realiza un fallido intento por situarse a nivel emotivo con la clase media, que, imagino, son los que más se identifican con su discurso. Sus cornflakes se sitúan en la línea de la ferretería de Golbourne pero más en la de los pollitos de Fra Fra, y la comparación con éste último se vuelve súper elocuente si notamos que tienen al mismo asesor de comunicaciones como apuntó igualmente la Matthei.

Me caía bien Parisi, me sigue cayendo bien, porque lo encuentro un tipo liviano y con cierto carisma televisivo, pero la TV es una cosa y la política otra muy distinta. Que pase de enjuiciarte el panel de Instrusos a los tribunales de justicia no tiene comparación. Y esta arena en la que está metido le está pasando la cuenta rápidamente porque lo obliga a hablar más de la cuenta y sobre todo a responder por algo más que macro economía, y hay situaciones y materias en las que por lo se ha podido ver, se maneja como un elefante en una cristalería.


Si Parisi se convierte o no en una anécdota de la historia política de Chile, como dice el cliché,  sólo el tiempo lo dirá. Lo bueno es que sólo depende de él. Debe moderar ese entusiasmo infantil que parece ganarle a veces, dejar la reacción, acercarse a la mesura, cerrar más la boca y salir a caminar, ahora que vendió el Porsche, por muchas calles y realidades de Chile que aún le faltan por conocer.
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