En el Congreso Nacional, se sabe, abundan los sin sentido.

Partiendo por su arquitectura tirada a fascista, sus absurdas leyes, proyectos que duermen por años, parlamentarios que apoyaron la dictadura, parlamentarios elegidos con menos votos que al que vencieron, parlamentarios que le piden a otros que voten por ellos y hasta poco, en el denominado símbolo de la Democracia, Senadores Designados; sin contar con la arribista idea de construir un casino exclusivo para los senadores en el piso 15, mucho más caro del que ya tenían por cierto. Se puede escribir un buen libro al respecto y hasta en dos o tres volúmenes, con los absurdos del Congreso. Quizás hasta sería un Best Seller, se vendería cuneteado en las calles.

Estas cosas pueden ser identificadas sin siquiera entrar al edificio de calle Victoria, pero hay algunas que sólo se conocen una vez estando dentro.

De visita en el ala de la Cámara de Diputados, de pronto una feroz chicharra comenzó a sonar. Imaginé que era un teléfono, un fax, algo sin contestar. Pero pasaron los minutos, la chicharra seguía (chicharra es una justa palabra, por lo chillona que resulta al pronunciarla) y mi asombro aumentaba al darme cuenta de que los trabajadores de piso continuaban su labor como si nada. Muy extrañado, y a esa altura molesto con el fuerte sonido, le pregunto a uno de ellos y la respuesta me dejó más loco que el mismo ruido: “Es que están llamando a sesión… y va a sonar hasta que empiece”. Faltaban aún 10 minutos y ya hace 10 que sonaba.

“Uno se termina acostumbrando” me señala. Y no les queda otra, porque el famoso aviso se escucha en todas las oficinas y pasillos del edificio de los Diputados. “Menos mal que no sesionan todos los días éstos” digo yo, aunque martes, miércoles y jueves puede sonar y más de una vez porque también indica cuándo se debe ir a votar y eso puede posponerse durante el día. ¿Y si un Diputado no se digna a aparecer a la hora? Pues seguirá sonando.

El ruido es realmente fuerte y debe ser verdad que uno se terminará acostumbrando, aunque cuentan que los Nazis en sus años dorados utilizaron esto como un experimento al someter a personas a un mismo sonido durante un largo periodo de tiempo, estudiaron el comportamiento al que inducían, locura en muchos de los casos. Claro, aquí son sólo 20 minutos.

Sin embargo, más me llama la atención el absurdo de esto. Si cada Diputado tiene un Secretario que le maneja su agenda bastaría con que éste reciba el aviso y se lo transmita. Ahora, si el ruido se escucha en todo el edificio es muy poco probable hacerse el loco o no enterarse. Igual es raro que un Diputado no sepa a qué hora debe ir a sesión o a votar.

Pero está bien, aceptemos que el secretario está en el baño o fuera del edificio, que los horarios de sesión y votación no son estrictos, aceptemos incluso que el Diputado es sordo; ¿ justifica todo eso la famosa chicharra por veinte minutos?, ¿y si sólo fuera por un par de minutos?, ¿y si hubiese una luz en cada piso avisando?, si hubiese en todo ese edificio una maldita señal de sentido común respecto a la sana obligación de respetar la contaminación acústica a la que son sometidos políticos, trabajadores y visitantes del Congreso?. 

Me propuse dar con el tipo al que se le ocurrió esta brillante idea, sin tener resultados favorables hasta ahora. Pero algo sí esta claro, ese hueón está absolutamente loco ! Y es más extraño saber que en el edificio de los Senadores el tema de la chicharra es más discreto, pero no lo he podido constatar, ¿otro signo de arribismo de los Honorables?. 

Continuará…

Imágenes: Internet

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