Chinoy despide su año musical 2010 y aprovecha de seguir presentando a su nueva banda "Los niños preferidos del ruido".
Hacía mucho rato ya que Chinoy venía dándole vuelta al asunto de volver al formato banda, cuestión que como todos saben desarrolló hace algún tiempo junto a "Don Nadie", punk directo a la vena con la urgencia propia de los veinte años. Lo de hoy es una suerte de continuación de aquel periodo abruptamente cortado por una de las carreras solistas más fulminantes y exitosas de los últimos años pero aderezado por la experiencia de músicos maduros y que no desesperan por hallar el sonido que buscan en apenas dos o tres meses de tocar juntos.
Secundado por Alex en la batería ( UMBRNKLFT) y su inseparable Carlitos en el bajo, el grupo presenta una propuesta que, como en todo lo que hace Chinoy, no deja indiferente sea para bien o para mal. Y si a Chinoy se le comparó odiosamente con Bob Dylan (en sonido y hasta en facha) al arremeter en la música, la analogía se prolongaría ya que ambos enfrentaron el rechazo del público cuando decidieron electrificar su sonido.
Seguramente, algunos esperaban algo menos visceral para una segunda etapa en Chinoy, como que a la gente que encantó con su folk - rock no le conforma ver al muchacho volver a la raiz de su sonido que no fue otra cosa que dos o tres acordes y mucho más que decir en las letras que en las melodías.
"¿ qué esperan de esto? ¿progresivo? esto es punk" se defiende Chinoy ante las críticas a un sonido aún en experimentación y por lo mismo nada alejado todavía de la media como sí lo es su personalísima propuesta acústica, esa que algunos aprovechan de exigir apenas se callan los instrumentos. Desde el segundo piso surgen más voces y esta vez de defensa pero todo este forcejeo verbal tiene por supuesto indiferente a la banda que sigue tocando como si la sala estuviera vacía y esto se tratara de otro ensayo más en lo de Beto ahí en el Cerro Florida.
Lo de ahora por el momento no promete muchas cosas y debe ser Chinoy el primero en saberlo ya que tampoco buscaba prometer nada cuando presentó al mundo sus más de 100 impresionantes canciones armado sólo con su guitarra de palo. Lo de él siempre ha sido sacar fuera, enchufado o acústico, ante 50 mil personas en el Estadio Nacional o escuchado por 3 gatos callejros en alguna perdida escalera de Valparaíso. Lo de Chinoy no es la exposición si no las puras y necesarias ganas de crear y tocar, una y otra vez, las veces que sean necesarias mientras duren el cuerpo y la guitarra ya que luego de terminado el set eléctrico siguió cerca de dos horas más con la de palo como si nada hubiera pasado antes.
Fueron dos shows totalmente distintos uno del otro, con distintos ritmos y canciones, y hasta creo que con diferente público, todo gentileza de un artista inconformista y profundamente creativo, que afortunadamente no cree en la complacencia, y que para bien de su obra, sabe cuando debe y no escuchar al público.